Las víctimas de violencia prolongada en el tiempo están sometidas a manipulación por parte del agresor/a quien, utilizando diversas herramientas, las hace sentir emocionalmente dependientes, aunque en la base de esta conducta se encuentre su propio miedo e inseguridad y un déficit de habilidades, disfrazados del empoderamiento que les da el control. Pese a todo, existen herramientas de detección de la manipulación.
A veces las estrategias son tan sutiles que es difícil para la víctima detectarlas, llegando a cuestionarse su propia salud mental. Es importante que se analicen los sentimientos propios cuando se está con quien agrede: deseos de ayudarle, miedo, culpa, sensación de vacío… Fruto de su actitud culpabilizadora (responsabiliza a la víctima de su infelicidad), amenazante (se enfada con frecuencia o hace saber a la víctima que lo/a está provocando a hacer algo, por lo que ésta suele sentir una irritación inmotivada en su compañía) crítica (juicios sobre la valía de la víctima “no vales para nada”, etiqueta a la misma “eres un desastre”, mide por distintos raseros (cuando la víctima hace algo está mal, si lo hace el agresor/a no hay problema). En definitiva, proyecta sus propias características negativas.
Otras estrategias de manipulación suelen ser la adivinación (saben lo que piensan los demás), se muestran sabios/as (dicen cómo debe ser la relación), utilizan los sentimientos comportándose excesivamente simpáticos/as en el inicio o en público, no corren el riesgo de equivocarse por el miedo de base pero llevan a otras personas a hacerlo, desplazan las conversaciones al punto que les conviene y asumen el papel de víctimas en ocasiones.
Entre los recursos más frecuentes, suelen usar el lenguaje implicacional (“Como tú sabes…), ignoran a la víctima, proyectan en la misma sus rasgos negativos, difaman y muestran enfado tratando de esconder sus puntos débiles: historia de aprendizaje deficitaria (ausencia de valores), falta de autoconfianza (inseguridad), ansiedad social (miedo al qué dirán), motivación por el poder.
En definitiva, los sentimientos negativos de la víctima son fruto de la manipulación de quien agrede, pero existen mecanismos para hacerles frente que se analizan en otra entrada de este blog. La víctima no está sola, y puede cambiar su situación.